Un año más, como lleva ocurriendo desde hace una veintena, los toresanos celebraron las nupcias entre su ciudad y el vino, este tinto de Toro de intenso sabor y fragancia cuyas uvas recién recogidas ya están en camino de convertirse en bebida espiritosa. Un viaje que durante siglos se hizo en carretas tiradas por asnos, como recordaron los participantes en la Fiesta de la Vendimia celebrada el segundo domingo de octubre.
Los miles de asistentes al desfile se trasladaron durante unas horas al pasado gracias a unos cincuenta carros de madera engalanados con frutas y verduras de la tierra, sobre los cuales marchaban sus orgullosos propietarios vestidos a la usanza típica. Tirando de la mayoría de ellos, por supuesto, los afamados burros de raza zamorano-leonesa, reconocibles por su piel lanosa que les da aspecto de enormes peluches, pero cuyo vigor para el trabajo hizo que fuesen hasta hace bien poco buscados por ganaderos de todo el mundo, gracias a lo cual muchas de las mulas y asnos que pueblan el planeta son descendientes suyos. Los toresanos, orgullosos de su pasado y amantes de sus tradiciones, albergan a las afueras de la ciudad uno de los mayores centros reproductores de estos animales, gestionado por la asociación ASZAL, impulsora de la raza.
- vino de Toro
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Los asnos, que siempre despiertan el entusiasmo de los niños, coprotagonizan la fiesta junto a la uva, la célebre tinta de toro cuyos racimos adornan los carros en el popular desfile, en cuya organización participan más de un millar de personas. Muchas menos que las que llenan las calles de la población zamorana para disfrutar del colorido desfile, en especial su gran plaza mayor, que rebosa de visitantes desde primeras horas del día y así permanece durante horas, hasta que la celebración concluye tras elegirse los carros y decoraciones más destacados y entregarles el correspondiente premio.
También el público resulta obsequiado, aparte de con la belleza del desfile, con productos típicos que muchos carreteros reparten, en especial vino, como es de rigor, entre música de dulzainas y tambores a cuyo ritmo bailan grupos de danzas regionales.
Una jornada de fiesta en Toro pero sin toros en la que lo que ningún animal recibe heridas, sino tan solo cariño y respeto y en las que, si chorrea líquido rojo por el suelo, no es sangre sino uno de los vinos más exquisitos de España.
Por Eliseo Garcia Nieto
Fotos. Mondelopress.com