Para darnos cuenta de la fascinación que el hombre ha tenido siempre con “Canis Lupus” o “Lobo” como comúnmente se le conoce, deberíamos remontarnos a la prehistoria. Más recientemente, en tiempo de los romanos, ya se conocía la leyenda de los gemelos Rómulo y Remo hijos de Marte, dios de la guerra, quienes después de ser arrojados al rio Tíber, fueron recogidos y amamantados por la loba Luperca.
Desde el año 1023, cuando se conoce la primera versión escrita sobre la historia de una niña salvada por lobos, pasando por Caperucita Roja de Charles Perrault en el siglo XVII, Los tres cerditos, Mowgli el personaje del Libro de la Selva de Rudyard Kipling que fue criado por una manada de lobos y la siniestra historia de Licaón, quien después de haber comido carne humana, se transforma en hombre lobo cada noche de luna llena, las historias del lobo no han cesado de aparecer en nuestro folclore. No sé por qué motivo, al final, nos conviene ver al personaje del lobo como un ser más malo, que bueno.
Hasta hace poco, las autoridades de los pueblos pagaban una recompensa a quien cazara un lobo y el cazador a su vez, paseaba por todos estos pueblos con un ejemplar de lobo disecado, presumiendo de haberlo matado para que los vecinos le premiaran con dinero y alimentos por haber eliminado el peligro que les acechaba.
Yo, desde muy joven, he sido amante de los animales; recuerdo que uno de mis programas de televisión favoritos era aquella primera serie de Félix Rodríguez de la Fuente, nuestro desaparecido gran naturalista y divulgador ambientalista español, Fauna en 1968. Una de sus mayores pasiones fue el lobo y quiso contar la verdad sobre este. Hasta convenció al gobierno que le diese un estatus legal y así conseguir prevenir su extinción en la Península Ibérica, cosa que ya había sucedido en casi toda Europa Occidental.
Para poder ver más de cerca a este bello, malentendido y tímido animal, nos desplazamos a Robledo, a 8 kms de Puebla de Sanabria, por la carretera comarcal alineada con castaños centenarios, helechos y arbustos de escoba y urces.
En un enclave idílico de monte bajo, robles y pinos, se encuentra el Centro del lobo ibérico de Castilla y León, inaugurado el 19 de octubre de 2015.
Desde su aparcamiento, llegamos a este centro educativo por un sendero rústico, no sin pasar primero por un pequeño arroyo y los restos de un viejo molino de agua.
El edificio principal del Centro, está construido a modo de “cortello” circular hecho de piedra. Rodeado de veintitrés hectáreas de bosque, es ideal para sus catorce residentes. Estamos en plena Sierra de la culebra.
Nos da la bienvenida María José Rodríguez, una de las personas encargadas del centro, quien muy amablemente nos habla de su misión como centro educativo. Aquí se pretende orientar a los visitantes, muchos de ellos niños, en la relación que el hombre ha tenido con el lobo a través de la historia y todo lo que concierne a su biología como especie animal. El centro ha llegado a tener hasta 42.000 visitantes al año. Recientemente, desde la pandemia del COVID-19, las visitas están limitadas a un grupo de 50 personas máximo, dos veces al día.
Nos dirigimos al primero de los tres recintos desde cuyo mirador podemos observar su comportamiento, tanto para aprender de su sociedad jerárquica, hábitos de alimentación y su interacción con el ser humano. Todos los ejemplares del lobo ibérico aquí, están en semi-libertad y la mayor parte de ellos han nacido en cautividad. Otros, han sido recuperados del medio natural tras incendios o accidentes y no son aptos para la vida en libertad.
Hoy, es Ester Marqués la encargada de darles de comer y este primer grupo ya la está esperando.
Mientras ellos se alimentan de una dieta de conejo, pollo y vacuno, Ester nos va explicando todo sobre sus costumbres, hábitat y su comportamiento como parte de la manada. Dos de ellos, se atreven a comer de su mano.
Después nos trasladamos al segundo recinto, donde vive una pequeña familia de dos adultos y sus tres crías. Jara, la madre, es una loba de unos 8 años. Cuando era un lobezno, alguien la llevó a su casa y la crió como si de un cachorro de perro se tratara. A los pocos meses, la entregaron a un centro de acogida y al poco tiempo la llevaron al Centro del lobo ibérico. Ella y su ahora pareja, Saurón, son los padres de dos hembras y un macho: Félix, Luna y Niebla, nacidos en 2020.
Para poder ver a la pareja del tercer recinto, tenemos que andar un poco más y subir 110 peldaños. El ejercicio aeróbico nunca viene mal. Cuando llegamos allí, la misma naturaleza nos sorprende, porque mientras estos dos lobos disfrutan de su dieta cárnica, el águila vecina que ya conoce el horario, les arrebata algún trozo que otro, porque nadie puede resistir una merienda tan sabrosa y más si está servida en bandeja.
El Centro del lobo ibérico de Castilla y León, también organiza actividades divulgadoras y eventos científicos en torno a esta especie, como talleres, seminarios, congresos y exposiciones.
Todos los lobos, están sometidos a atención veterinaria permanente por parte del personal especializado que se encarga de la Unidad de Manejo y Atención Veterinaria del Centro.
Quiero agradecer y felicitar a todo el personal del Centro del lobo ibérico, por su gentileza y hacer que mi visita haya sido de gran interés.
Texto: Beatriz Davies.
Fotos: Mondelopress.com