Villafranca de los Caballeros, la capital del cultivo de la Rosa del azafrán en nuestro país. Si todo va bien, con el permiso de la naturaleza y el antojo de la rosa que en quince días debería de estar cubriendo los campos de color (si el agua es la correcta y temperatura la idónea), es muy posible que para el día de todos los santos pudiera estar recogida y poder dar paso a la fiesta de la Rosa de ese fin de semana.
Este año se tuvo que aplazar porque el tiempo de lluvias no lo permitieron. Félix Patiño, comercial de la cooperativa Cristo de Santa Ana y gran conocedor del cultivo del azafrán, me acompaña durante toda la jornada para realizar el reportaje de todo el proceso de la recogida. En la finca, una cuadrilla de mujeres y hombres recogen la caprichosa y mimada rosa, con mucho esmero y cuidado, seleccionando una a una, esta producción ecológica.
La jornada empieza con un día despejado tras cuatro días muy complicados de mucho agua, que ha dificultado la recogida.
He quedado con Félix a los pies de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde se encuentra una espectacular estatua de bronce de tamaño natural de un arriero con su burro, que rinde homenaje a los muchos arrieros de la localidad quienes, con las alforjas repletas de productos como el azafrán y otros manjares de la comarca, recorrían el país en unos tiempos no tan lejanos.
Nos desplazamos a una finca de cuatro hectáreas de plantación de la flor en ecológico, vallada para dificultar el acceso de las plagas de los conejos y muy protegida para que no se produzca ninguna contaminación.
La recogida de la rosa del azafrán es muy complicada y lenta, pues el terreno se encuentra muy embarrado y lo dificulta mucho más; como dice la canción de la Zarzuela que lleva el mismo nombre: “agacharse y volverse a agachar”. Aunque yo creo que es más difícil aún, porque aparte de estar toda jornada agachado, hay que ir seleccionando sólo la flor que se debe coger y volver a la carga en la siguiente jornada y así durante dos semanas.
Tras recoger la producción que nos permite la caprichosa rosa, nos desplazamos con el cesto lleno, para que en una nave, cuatro mujeres que parecen científicas, muy protegidas y ataviadas con batas blancas, gorros y mascarillas (porque nos encontramos saliendo del COVID-19), con sus manos seleccionen esos hilos rojos, uno a uno durante muchas horas sentadas en una silla.
Me comentan Lalo Escribano y Paqui Alberca, dos históricos de la localidad, que les salieron los dientes entre las rosas; en otros tiempos cada vecino plantaba las flores que podía económicamente y de esas humildes cosechas, intentar sacar unos ahorrillos y en algún momento, poder comprar el ajuar y poderse casarse: “Los inviernos eran muy largos y no teníamos ni para comer.” El día más especial del año era cuando se juntaban todos los familiares y amigos o vecinos y se ayudaban unos a otros, convirtiendo esos días muy especiales en algo muy grande.
Sobre las mesas se esparcen las flores y con mucho esmero, se van cogiendo los hilitos tan valiosos para después tostarlos y envasarlos.
Se calcula que en la localidad hay unas 150 familias que tienen plantaciones, recogiendo entre todas unos 100 kgs aproximadamente, colaborando así para hacer más rentable el trabajo.
La localidad cuenta con un censo de unos 5.000 habitantes, pero un porcentaje de ellos trabajan en Madrid.
La cooperativa da mucha vida a la comarca con todos los productos sacados del azafrán. El aceite, vinos y cereales, se venden principalmente en el extranjero.
En estos momentos se encuentran muy centrados en el proyecto de la “Asociación bio – azafrán”
Me cuesta mucho pensar que se hable del azafrán, sin mencionar Villafranca de los Caballeros, la capital del oro rojo en Castilla – La Mancha.
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