El 2 de julio de 1934 nace una niña, María Visitación Madera, en la localidad de Ventosilla de la Tercia, Municipio de Villamanín.
Cruzando el rio Bernesga a escasos cien metros, se encuentra un caserón de piedra de varias plantas con aspecto muy aparente, de más de cien años y que en tiempos lejanos fue un hotel y fonda de referencia para los viajeros y está a veinte minutos del Puerto de Pajares, entre las localidades de León capital y el Principado de Asturias.
Rodeado de montañas y con grandes prados, es un oasis para la práctica del senderismo ya que tiene buenas rutas turísticas para hacer a pie, en bicicleta y a caballo; lugar preferido en otros tiempos para viajeros, como ingenieros, comerciales, representantes y familias de las comunidades vecinas que pasaban grandes temporadas allí, buscando el descanso vacacional y disfrutar del aire puro y limpio.
Este hotel, tenía unas instalaciones excelentes para las décadas 40 y 50 del siglo pasado, con todo tipo de mobiliario de hamacas y sombrillas en el jardín, con unas comidas muy caseras y naturales, porque tenía sus propias cosechas de frutas y verduras, granja de conejos, gallinas, productos de la matanza de cerdo y cecina de vaca para el consumo de los huéspedes.
María, hija de Francisco Madera y Consuelo González, nació en una de las habitaciones de la pensión, al igual que sus seis hermanos, donde todos crecieron en un ambiente cordial y emprendedor como lo era la familia de los Madera.
A María le cambian los ojos cuando recuerda aquel chocolate hecho por su madre Consuelo con la leche de sus vacas; con gran sentimiento recuerda los tiempos de la guerra y posguerra, cuando sus padres tuvieron que abandonar la casa y marcharse en un tren a Pola de Lena. A su regreso, al final del conflicto, se encontraron con el hotel vacío y desprovisto de todos los enseres y muebles y cómo, teniendo que comenzar de nuevo, su abuela Rosa se desplazaba a pie, tres días a la semana, caminando 42 kms hasta León con sus lecheras, para vender la leche. Su madre tuvo que empezar a coser para las familias de la comarca y así poder llegar a fin de mes.
María recibió la educación de enfermería con las monjas en Mieres, en la Cruz Roja cuando todavía era una adolescente. Años más tarde, siendo muy joven aún, conoció a su marido Eugenio Martínez el primer día que sale de fiesta y asiste al baile en Villamanín. No pasaría mucho tiempo hasta que se casaran para empezar a formar una familia en Barcelona, donde su marido trabajaba en una empresa de autobuses y también con un camión.
Ya en la capital catalana, María no lo tiene fácil para sentirse realizada social y laboralmente, pues en esos tiempos lo que tocaba era quedarse en casa cuidando de los hijos, como tantas mujeres en aquellos tiempos, donde la forma de vida tenía que pasar por el cabeza de familia, “el marido”.
Después de varios años, la buena y luchadora María de “madera”, marcha a Oviedo con sus dos hijos Francisca y Eugenio Martínez y comienza a trabajar como enfermera en el hospital central de Asturias, cubriendo todos los turnos donde se la necesitase y en todas las secciones, cosa que hizo durante veinte años. Poco a poco la insólita mujer de madera, María Visitación, consigue sacar adelante a sus hijos, dándoles estudios y unas vidas muy dignas, de lo que se siente muy orgullosa.
Después de todos esos años, se convierte en una mujer imprescindible, siendo querida por todos los médicos, compañeros y personal del hospital y muchos de los enfermos.
Hoy 2 de julio de 2024, cumple 90 años y sigue disfrutando de una mente privilegiada, con muchos recuerdos de su vida que no fue nada fácil y sufriendo el fallecimiento de su hija Francisca, cuando ésta todavía era muy joven.
En la actualidad sigue siendo una luchadora, empleando parte de su tiempo libre en su barrio de Madrid, donde vive, y reivindica de manera continua, a los responsables municipales de la capital para conseguir más mobiliario urbano y mejores servicios en las plazas y jardines de su barrio y recuerda con mucha tristeza cómo están los bancos de los jardines tan vacíos después de la pandemia del COVID-19, cuando fallecieron tantísimos ancianos.
Tampoco pierde de vista las agujas de hacer punto que siempre utilizó para hacer prendas de vestir a sus hijos; hoy sigue con la misma ilusión, tejiendo los jerséis para su hijo Eugenio, que por cierto son “enormes”.
Se sienta de vez en cuando en la ya vieja e histórica máquina de coser de varias generaciones en la familia, contemplando los picos más altos de su pueblo natal, sin consentir que se caiga ni una sola teja de la casa, que la protegió mientras ella llegaba a este mundo y donde hoy disfruta largas temporadas repasando y recordando las grandes vivencias que tuvo esta gran madre y luchadora de otros tiempos. Sigue disfrutando del paisaje leonés dando de comer a los gatos y pájaros que vienen a visitarla y reflexiona en voz baja sobre la falta de educación de la que carecen estos tiempos, algo fundamental para el éxito de las personas.
Gracias María, por darme la oportunidad de compartir conmigo toda una historia personal que tanto me recuerda a mi madre.
Muchas felicidades por tus 90 años.
Un fuerte abrazo.
Mondelopress.com