Por razones de salud, el tabaco se ha convertido en enemigo público número uno desde hace algunos años. Pero no está prohibido venderlo ni fumarlo ni, por tanto, cultivarlo. Es lo que llevan haciendo desde niños Manuel Riveiro, de 86 años, y Fidela Martín, de 83, su esposa.
Viven en el valle de La Vera, tan famoso entre otras cosas por el pimentón.
Yo había quedado con Loren Calero para ver todo el proceso, pero tuve que aplazarlo por las altas temperaturas que ha habido todo el verano y la falta de lluvias, “para que no se rompa”, me dice este agricultor de tabaco.
Así que, con las primeras lluvias del otoño me voy a Villanueva de La Vera y el recorrido es un placer: un valle que parece un mar de color verde repleto de plantas de tabaco rubio, de más de un metro de altura y con hojas de cincuenta centímetros de largo y muy anchas, que me recuerdan a las famosas berzas de Galicia y León.
Loren me guía por un paraje hermoso lleno de colorido, en que resalta también el rojo de los pimientos y los secaderos que expulsan humo para el secado del pimentón, con un olor igualmente intenso, y cuadrillas que aprovechan esas horas de sol.
El secadero de tabaco está en la finca de la Vega del Rincón, y es una nave especial con una luz suave, el techo repleto de hojas de tabaco negro (recogidas a primeros de agosto) y un olor a mucho tabaco pero sin humo. Se parece a los secaderos de jamones.
En dos sillas, bajo dos tubos de luz, se destacan las figuras de dos personas que nacieron, crecieron y siempre vivieron rodeadas de tabaco, Manuel y Fidela. Los dos ancianos siguen rodeados de plantas secas de tabaco negro.
Manuel lleva una gorrilla en su cabeza y un pitillo en los labios que se consume sin caerse la ceniza, porque no retira la mirada en ningún momento de la planta. Con sus manos fuertes, de tantos años de trabajo, y negras de los restos de la planta de tabaco, me transmite una imagen de firmeza y mucha seguridad y tranquilidad. Sabe lo que hace. Es un maestro tabaquero.
Manuel me cuenta que cuando era joven y no tenía dinero para comprar tabaco recogía los restos de las pequeñas hojas para hacerse los cigarrillos. Le veo muy ilusionado deshojando esas plantas que le traen tantos recuerdos de una larga vida. Aunque asegura que lo que está haciendo no es duro, que lo realmente duro es recolectarlo y colocarlo en el techo de los secaderos y hacer las manillas con las hojas del tabaco.
A su lado, sin quitarle la vista, su esposa, Fidela Martin, aún le cuenta los pitillos y dice que con uno enciende el otro. Fidela no aparenta los años que tiene porque se la ve feliz, sentada con una bata y con guantes porque no quiere correr la misma suerte que las manos de su esposo manchadas de la planta.
Me dice con mucha alegría que es madre de tres hijos y que lleva con el tabaco toda la vida. Deshoja las ramas con mucha firmeza y rapidez para arrimar luego el hombro un rato en el secadero de su yerno Loren, donde se elaboran una media de 13 paquetes de 50 kilos por día. Unos 5.000 kilos en la temporada.
Me han enseñado todo para que yo pueda hacerme una idea de cómo ha sido la vida de este hombre y esta mujer, Manuel y Fidela, para sacar su familia adelante con mucho trabajo e ilusión.
Quiero darles las gracias a estos padres y abuelos, y a su yerno Loren, por todo lo que me han transmitido en una mañana. Son todo un ejemplo a tener en cuenta.
Me alegra el alma ver estas imágenes de dos personas octogenaria, luchadoras, que a la sombra de su tabaco y a las faldas de Gredos han sacado a una familia adelante y han sabido sacar el jugo a toda una vida dedicada al trabajo. El tabaco ha sido su sustento en todos estos años de ocupación en tan nobles tareas a pesar de lo denostado que por los riesgos para la salud tiene esta esbelta planta. Sus manos están negras por la.resinandel tabaco pero su corazón sigue firme en su latir por la satisfacción del trabajo de toda una vida bien hecho. Todo un homenaje a todas las personas que dejan la piel en el campo en mi tierra… Extremadura.
Si David tienes toda la razon son unas personas entrañables, para mi fue una experiencia estupenda.
Un saludo.
Mondelo