Pasar una jornada en los municipios del Valle del Jerte y poder disfrutar de la naturaleza con tanto color, con los cerezos en flor, el pico de La Cabrera nevado y el paisaje tan bien cuidado, es un placer para los sentidos y una de las postales de la marca España.
Todo está hermoso, cuidado, en el conjunto y en los detalles, en lo natural y en lo humano.
Las aguas de los deshielos del río Jerte discurren cristalinas sorteando las piedras del cauce. Y las pistas del valle, de cemento o de tierra, transmiten la misma sensación de limpieza.
La armonía y el orden la completan los miles y miles de cerezos, tan hermosos ahora al mostrar a la vista la flor que se convertirá en fruto exquisito de sabor.
Quizás influidos por tanta belleza y provecho, los habitantes del valle han demostrado valorar, querer, aprovechar y disfrutar de su tierra, en la que no queda un metro cuadrado sin cerezo.
La Mancomunidad está llena de actividad. Miles de visitantes, en autobuses y turismos, desde España y desde el extranjero, acuden a pedir información, que reciben amable y profesional, para recorrer este espectáculo visual.
Con sus mochilas, y sobre todo con sus cámaras como yo, recorren y captan tantas instantáneas para seguir recordando este milagro de la naturaleza que ofrecen los cerezos en flor.
En las calles centrales de la producción de cerezos se ven también cajas de colmenas para la miel y a la venta hay macetas con cerezos jóvenes en un paisaje que incluye cabañas, casas rurales y alojamientos turísticos de piedra y con tejas árabes rojas, en fuerte contraste con la fuerza del blanco de la flor de los cerezos.
Hay tantos miles que tienes la sensación de que salen y crecen entre las piedras, y que fotografías no sólo la naturaleza sino también el sonido de fondo de los arroyos de agua que recorren las parcelas tan trabajadas y cuidadas por sus dueños, a los que ves con todo mimo y profesionalidad, también hacia los visitantes a quienes nos saludan y explican con amabilidad todo el proceso de producción.
Vale la pena desplazarte un fin de semana al valle del Jerte para disfrute de los sentidos y comprobar que hay otras formas de vida respetuosas y promotoras del medio ambiente. Los habitantes del Jerte demuestran que si se quiere se puede
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