Laura Valencia tiene 88 años, pero gana premios de dibujos digitales y se comunica en Facebook y Twitter cada día. Y guarda muy buena memoria de todo. De cómo la golpeó la vida y de cómo sobrevivió a la guerra y postguerra.
Cada día analiza la información de los periódicos, radios y telediarios, aunque dice que no entiende nada de lo que pasa. Ya lo decía Ortega: no sabemos lo que nos pasa.
Pero ella sigue adelante, luchando y aprendiendo desde que vino al mundo, el 30 de abril de 1927, en la localidad de Laguna de Negrillos (León).
Laura es mi madre, una mujer excepcional, adelantada a su tiempo, ejemplo de trabajadora, esposa y madre. La admiro y la quiero. Voy a decir por qué.
Tercera de cinco hermanos, sus padres -Benigno y Angela- trabajaban en el campo a jornal y a destajo, con muchas dificultades para sobrevivir y alimentar tantas bocas.
A los trece años, Laura vive en Villanueva de Arriba, donde su madre muere de parto. Y la adolescente tiene que compaginar la humilde escuela con las labores de casa y cuidar de sus hermanas. Se convierte tan joven en madre de sus dos hermanas, porque sus hermanos Rafael y Paco se van a trabajar a las minas de Guardo (Palencia), donde se había ido su padre a guiar vagones tirados por bueyes.
Al estallar la guerra civil, Rafael, de 18 años, se echa al monte y Paco y su padre son detenidos y encarcelados algún tiempo en la prisión de Burgos.
En aquellos tiempos y en aquel hogar, y en otros muchos, se pasaba mucha hambre. Muchos días teníamos que cocinar hierbas rebuscadas en los campos y mondas de patata, recuerda ahora con serenidad.
Con catorce años –rememora- me vi obligada a mendigar por Villa de Oliva, Cornón, Fontecha y otros pueblos, llamando a las puertas de las casas. No quedaba otro remedio. Lo importante era comer, y mi padre y mi nueva madre (era viuda de un primo) no daban más de sí. No eran tiempos de esperar y quedarse parada. Porque, cada día que salía, siempre volvía con algo de comida, que nos pintaba el día de otro color.
Un día –sigue contando- le inspiró confianza a la dueña de una casa a la que llamó:
-Si cuidas de mis hijos durante el verano, mientras trabajamos en el campo, te pago 13 pesetas al mes y comida y un par de alpargatas.
Fue su primer salario.
Meses más tarde metió las pocas cosas que tenía en una caja de cartón de camisas de caballero. Fue su primera maleta. Con ella y su amiga Rosario, a las dos de la madrugada tomó un tren en Mataporquera con destino a Valladolid.
Allí llegaron a las seis de la mañana. Era el mes de noviembre, hacía mucho frío y no llevaban ropa de abrigo. Nos dirigimos al convento de monjas María Inmaculada, del servicio doméstico, donde nos recogieron y enseñaron y prepararon para servir en casas de familia.
No tardé mucho tiempo en tener suerte para poder comer caliente (¡hablar ahora de suerte por poder comer caliente!) porque me buscaron la familia de un comandante de aviación con siete hijos. Mi sueldo eran treinta pesetas al mes y comida, abundante. Allí tenían muy buena despensa, no faltaba de nada. Pero seguía dependiendo de las monjas a mis dieciséis años, esquivando las invitaciones y presiones para que entrara en el convento.
Siendo una moza con diecisiete años los vientos me llevaron a servir a León. Y allí conocí a Alejandro Mondelo, que trabajaba en las minas de Caboalles de Abajo. Como no había móviles ni whatsapp, las redes sociales eran un lapicero, una cuartilla de papel, un sobre y un sello del generalísimo Francisco Franco.
Una vez más –se pone triste- la mala suerte me persigue y destruye mi ilusión porque durante el noviazgo una de las cartas iba en el tren que se quemó en Torre del Bierzo el 3 de enero de 1944 que iba de Palencia a La Coruña y en el que murieron no se sabe si 300, 500 o 1000 pasajeros. La carta tardó tres meses en llegar, pero el noviazgo no se malogró.
La guerra fue dura y la postguerra aún más. Pero tuvimos confianza y decidí formar una familia con Alejandro, que trabajaba de minero en Guardo (Palencia).
Las dificultades siguieron. Su madre había muerto de parto, el quinto. Y ella estuvo a punto de morir también al darme a luz a mí, a causa de una infección.
Aquí sí que la suerte estuvo de su lado. Acababa de descubrirse la penicilina, que sólo se conseguía de estraperlo y carísima. La habían comprado para una señora de la comarca, que falleció antes de que llegara la medicina, y por eso pude curarme.
Las necesidades y búsqueda de mejores horizontes para todos los llevó enseguida al valle de Laciana. No fue fácil la vida en aquellos cincuenta y sesenta. Las políticas dictatoriales del franquismo y de la iglesia se empeñaban en dificultar todo. Y los mineros no se arredraban en declararse en huelga para intentar mejores salarios y más seguridad.
La rutina de la información, que mantiene tantos años después, procede de aquellos tiempos. Laura escuchaba todas las semanas Radio Pirenaica para enterarse de la situación del conflicto minero, mientras Alejandro se hacía unos pitillos de “caldo” en la calle para vigilar que no se acercara nadie.
Creo que de esa preocupación por estar enterada viene mi ilusión y vocación por ser un profesional de la prensa y comunicación.
Pero mi madre, además de tener cuatro hijos y cuidarnos y a su marido, ayudó a construir la casa a golpe de pico y pala y con cubos de agua, e hizo cursos de fotografía por correspondencia.
Hoy, Laura, mi madre, tiene 88 años. Después de tanta lucha, se encuentra en una residencia con una memoria, afortunadamente, mejor que la mía, y se pasa el día haciendo sus análisis y comentarios políticos y sociales en Facebook y Twitter, todo un ejemplo.
Creo que he recogido el testigo de la resistente de la guerra y postguerra, porque desde que salí de casa con 15 años ya llevo 25 viviendas, y temo que no estoy en la última.
Muchas gracias, mamá. Eres todo un ejemplo de mujer trabajadora, de esposa, de compañera, de madre, de hija, de hermana.
Eres toda una señora. Te quiero.
Tu hijo Desi
MONDELOPRESS.COM
MY MOTHER’S WAR AND POST-WAR
Laura Valencia is 88 years old, but she still wins digital drawings competitions. She communicates on Facebook and Tweeter everyday and has an amazing memory. She analizes the newspapers, radio and tv programmes although she admits she doesn’t understand everything that is happening – » Ortega used to say we really don’t know what’s going on «.
She just carries on each day living and learning as she has done from the day she came into this world on 30th April 1927 in Laguna de Negrillos, León.
Laura is my mother, an exceptional woman ahead of her time, an example of what a working woman is. I admire and love her so much and I am going to tell you why.
How hard was life for you and how did you manage to survive during and after the war?
-» I was the third of five children. My father, Benigno and my mother Ángela, worked in the fields under very difficult circumstances, with lots of upheavals surviving and feeding all our mouths.
When I was 13, we lived in Villanueva de Arriba and as my mother died in child labour, I had to combine school with the house duties looking after my siblings. I became a mother to them. My brothers Rafael y Paco went to work in the Guardo mines in Palencia where my father was also working. Then, the Civil War started.
My brother Rafael went to the mountains and Paco and my father were arrested and incarcerated for sometime in a Burgos jail.
In those days and in our home like in many others, people went hungry. We had to cook herbs that we foraged in the countryside, potato peelings too «- she remembers.
-«When I was 14, I was forced to beg in Villa de Oliva, Fontecha and in other villages in the area, knocking on people’s doors; I had no choice. We had to eat, that was paramount. My father and his new wife ( a cousin’s widow ) could not cope. You could not just sit there waiting for something to happen.
Each day I went out, I used to come back with something and this really brightened our day.
One day, a lady whose door I knocked on, took pity on me: «If you look after my children during the Summer whilst we work on the field, I will pay you ‘thirteen pesetas’ a month, feed you and give you a pair of espadrilles. This was my first paid job».
Months later, Laura put all her worldly possessions in a men’s shirt box, her first suitcase and at 2am she and her friend Rosario, boarded the train to Mataporquera on their way to Valladolid.
– «We arrived at 6am. It was November and we did not wear appropriate clothing for the time of year. We went to María Inmaculada Convent where they gave us shelter and taught us how to serve in rich people’s houses.
It didn’t take long before I got a job and was able to eat something hot. It was the home of an aviation commander with seven children and a very full larder. My salary was thirty pesetas a month and full board. I was 16 years old then and constantly under preassure from the nuns to join the convent life.
When I turned 17, the winds of change took me to serve in León. This is where I met Alejandro Mondelo who was a mineworker at Caboalles de Abajo coalmines.
As we didn’t have mobile phones or Whassap then, our social media was a pencil and paper, an envelope and a postage stamp with Franco’s face».
-«Once again – she looks sad – bad luck follows me and destroys my hopes. During our engagement, the Torre del Bierzo train where our letters travelled, caught fire. Three hundred people died; maybe one thousand. The real number was never disclosed. As a result my letter took three months to get to him, but our engagement survived».
-«The war was hard – Laura says – but the post-war was harder. Alejandro and I trusted each other and decided to get married and have a family».
After giving birth to me, she caught an infection and nearly died. But then luck came to play a big part. Penicillin had just been discovered but you could only get it on the black market; it was very expensive.
– «I was able to get it because the lady it was meant for, had passed away, so I was saved. The need to find a better horizon took us to Valle de Laciana. Life in Spain during the 50s and 60s was not easy. Franco dictatorship regime and The Church insisted in making things very difficult. The mineworkers did not dare to go on strike claiming better salaries and safety conditions.
Being used to follow news closely in those days, I listened to Radio Pirenaica to know about the coal miners conflict, while Alejandro kept a look out».
I think I get it directly from my mother to be informed and my vocation to be a professional at press and communications comes from her.
My mother who apart from looking after the four of us and our dad, also helped to build our house, carrying buckes of water and even managed to take photography courses by correspondence.
Today, Laura my mother, is 88 and after having fought so much, she now lives in an old people’s home and her memory is so much better than mine. She spends a big part of her day analysing political and social events. She is also on Facebook and Tweeter. She is exemplary.
I think I have taken a good witnesses account of her war and post-war years.
Thank you very much Mum, you are the personification of a hard working woman, wife, partner, mother, daughter and sister.
I love you
Traduccion de Texto.
Beatriz Davies.
Emoción pura. Gracias por compartir algo tan hermoso.
Este reportaje es genial, sí!!!
Así sí se hacen las cosas. Resumido, completo y al mismo tiempo extenso. Un verdadero currículum el de esta señora. Todas las madres no son iguales…
Este gesto es un detallazo por tu parte
Muy bonito y emotivo sin duda saldría una buena historia para escribir un libro.gracias por este regalo,prima.
Todavía tengo los pelos de punta. Me parece que ahora conozco un poquito más a tu madre. Gracias por compartirla con nosotros…
Me ha encantado lo que has escrito querido Mondi y acabo de entender (de casta le viene al galgo)…de dónde te viene la afición a construir casas….la fotografía. ..tuviste un gran ejemplo con tu madre, una gran mujer Laura!….no he podido leerlo hasta ahora porque no se me permitía abrí tu página así pues solo te di las gracias pero ahora te felicito además por haber tenido esa madre y haber sido un buen hijo!!!….muchos besos amigo!!
Muchas gracias Milena tu si que as tenido un gran padre y gran persona muchas veces pienso en el.
Un beso fuerte.
Mondelo
Toda una Señora, si, esa es tu madre, para quitarse el sombrero, es de una fibra especial, y buen ejemplo de vida, cuando lees estás historias, te das cuenta de lo que es luchar por un mañana mejor, desde el momento presente que tenemos, ésta mujer es un ejemplo de vida, nos da alas, nos da fuerza y que nos dice. ¡¡¡Tu puedes tambien!!!
Un abrazo a ella, y a tí tambien Mondelo, que algo llevas de ella.
Si, Maiya esta fue mi madre, una mujer adelantada a su tiempo, tuvo tiempo para todo, para sufrir,para su marido,para sus hijos,para su casa y para las nuevas tecnologias, todo un ejemplo de mujer y madre. Muchas gracias. Mayka un abrazo.
Mondelo
Impresionante como cuentas toda la historia.
Me he quedado en «blanco» a puntos de caer las lagrimas.
Un abrazo Mondelo