Son las cuatro y treinta de la madrugada del 30 de diciembre y recibo un mensaje de Manolo el panadero que me dice buenos días, esta todo despejado, sube despacio en la zona de Pandora y Omañon.
A continuación me dispongo a desplazarme hasta la localidad de Senra en la comarca de Omaña, a una distancia de 70kms de la capital leonesa.
Noche despejada y estrellada pero con muchas zonas de bancos de niebla y con temperaturas de cinco grados bajo cero, con una helada de las que te ponen muy atento al volante. Ya en la localidad de Senra, no es difícil localizar la panadería de Manolo porque se encuentra a pie de la carretera en el lugar donde comienza el ascenso al puerto de la Madalena a 1434 mts en la provincial de LE- 493 y que transcurre entre las localidades de Murias de Paredes y Villablino en el valle de Laciana.
Una luna creciente muy brillante ilumina la fachada de la casa que data del año 1926, de dos plantas, con muros de un metro de ancho construida con piedra de la comarca, con cargaderos robustos de granito en la puerta y ventanas labrados por los antiguos canteros de zona. En las ventanas se puede apreciar, las marcas del humo que han sido de la elaboración del pan nuestro de cada día durante 98 años y que fue fundada por José Porras.
Es un establecimiento muy especial que ha sido testigo de muchas vivencias a lo largo de tantos años y donde se han asado también cochinillos, cabritos, corderos y truchas para grandes eventos.
Es muy agradable entrar a las cinco y media de la mañana en el obrador con el horno de leña de fresno a tope con 300 grados de temperatura, como una locomotora de los antiguos trenes que transportaban el carbón por la provincia leonesa,
Manolo Robla, me recibe muy amable, pero con las manos en la masa preparando los cien kilos que va a convertir en panes de hogaza y barras.
Conocido en toda la comarca de Omaña como “Manolín el panadero”, Manuel, es un hombre joven muy trabajador y activo, muy comprometido con su trabajo que comenzó a los 16 años con sus padres Tino Robla y Nieves González. De esto hace 36 años y más tarde heredó la responsabilidad de la elaboración diaria del pan, con la colaboración en momentos puntuales. Como en el verano los municipios se multiplican de visitantes, cuenta con la ayuda de sus hermanas María del Mar y Yolanda.
Manuel se mueve como pez en el agua, entre el ruido de la amasadora y el ajetreo de echar más leña al horno y midiendo el peso de los ingredientes para las 200 barras, hogazas y empanadas que elabora cada día.
Pero le noto francamente preocupado, porque es muy consciente que con él se va el trabajo y la ilusión de tantos años de esfuerzos que sus padres hicieron y es muy difícil tener que tomar la decisión de cerrar un negocio que cuenta con 98 años, casi centenario. “Tenemos pérdidas continuas y nos comen los impuestos. Sube la luz, los productos, el mantenimiento de los vehículos y el combustible. Todos los días hago unos 150kms para el reparto, pero aquí a nadie parece importarle que los ciudadanos de la España vaciada se queden sin el pan nuestro de cada día”.
Durante los 35 años que lleva en la panadería, solo faltó el tiempo que estuvo en la “mili” y no sabe que es tomarse ningún fin de sema y vacaciones, porque es impensable dejar de hacer el reparto del pan, para todos los ciudadanos.
A las nueve de la mañana se dispone a cargar la furgoneta y empezar el reparto por hasta los 60 pueblos que visita dos veces por semana en la comarca de Omaña de la España vaciada. Es una gran experiencia pasar la madrugada con Manuel en su panadería, que ya será historia desde el día 1 de enero de 2024.
Le acompaño durante el reparto del pan por varias localidades y lo mejor estaba por ver. Ser testigo de las emociones y lágrimas que corren por los rostros de vecinas y personas muy mayores en la localidad de Villayuste, con una población de unos 45 ciudadanos. Aquí los clientes le obligan a salir de la furgoneta para abrazarle y despedirse de él y recordarle que allí dejan un amigo de muchos años. Al sonido del claxon, Carmen de 96 años sale de su casa para recoger la barra y me mira y me dice qué por favor, que no la saque fotos porque no está arreglada. Ella también se despidió con mucho cariño de su panadero; yo pienso que estaba preciosa, pero es que Manolín es mucho más que el panadero de la comarca de Omaña porque ha sido sicólogo de muchas personas mayores, su enfermero, su lector cartas del banco, su recadero de la farmacia, ferretería, lechero, su guardián de las llaves de sus casas, etc… etc…
Pero no me puedo despedir de este reportaje sin hacer una mención muy especial a Nieves González madre de Manuel, por su gran hospitalidad y humildad y el esfuerzo que ha realizado en compañía de su marido Tino, a lo largo de tantos años trabajando en la panadería y luchar para sacar la familia adelante. Seguro que será la más perdedora, injustamente, del fin de un negocio testigo de tantas ilusiones y desgracias y hoy ser víctima de la España vaciada. Pero Nieves, no te preocupes porque siempre serás recordada como una buena persona que llevaste el pan nuestro de cada día y tenerlo en las mesas, para poder alimentar a los ciudadanos de la comarca de Omaña, incluso a los que no tenían dinero para pagar.
Deseo lo mejor para esta familia y el futuro que está construyendo con la ganadería de vacas y caballos bretones de las montañas y valles de Omaña y su vecina Babia.
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