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Trashumante, no hay cañada, se hace cañada al andar

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Trashumancia

Caminan desde hace mucho. Desde siempre. Ya los pueblos prerromanos tenían la ganadería entre sus actividades y la necesidad de ir buscando los pastos más propicios y huir de los fríos y calores extremos los obligaba a largas migraciones. No está cien por cien confirmado que el caudillo lusitano Viriato fuese pastor; pero en caso de serlo, sí que puede darse por seguro que, antes que «terror romanorum», fue trashumante. Siglos después, la Reconquista trajo constantes cambios de frontera, en la que los ganaderos y sus móviles rebaños salían mejor parados que los agricultores y sus inmóviles tierras. Por eso Alfonso X el Sabio creó en 1273 el Honrado Concejo de la Mesta, para impulsar una actividad económica que por entonces era tan estratégica como hoy la industria automovilística o el turismo.
Luego la vida cambió, los pueblos se vaciaron, los rebaños menguaron y las intocables cañadas por donde transcurre la trashumancia las fueron taponando cultivos, asfalto y urbanizaciones. Los pastores protestan, pero nadie parece escuchar sus justas reclamaciones, tan desoídas como las leyes que las respaldan. Pero ahí siguen ellos, atravesando España de punta a cabo y cruzando Madrid, cuando hace falta. No reclamando nada, porque su petición es imposible. Como simple constatación de que ahí están y sus reivindicaciones están asistidas por la razón, aunque a nadie le importe, mas que a ellos. Porque para el pastor español del siglo XXI, existir ya es un acto de protesta.
Pastores como Alejandro, propietario de la ganadería Jimar, de El Carpio, un pueblo vallisoletano del cual cada otoño por estas fechas saca sus dos millares de ovejas para dirigirse hacia Boadilla del Monte, en Madrid. Un trayecto de unos doscientos kilómetros que este año comenzaron el 15 de noviembre y esperaban terminar unos doce días después, si es que nada se lo impedía. Porque no existe camino sin un kilómetro malo. El martes 17, por ejemplo, tuvieron que pasar un buen rato rescatando una cabra caída a un pozo de cuatro metros, a la que acabaron sacando al puro estilo «far west», echándole una lazada.

Nada que no hayan visto ya los pastores de esta ganadería: Nacho, Primitivo, Rubén, Lorenzo, Fernando y Paloma. Media docena de expertos curtidos en muchas veredas a los que ayudan cinco perros pastores y otros tantos mastines que se encargan de hacer guardia mientras descansan el resto. Completan el equipo dos burras, Manola y Zamorana, cuya presencia entre las ovejas evoca una estampa pastoril tan vieja como el propio oficio. Es más que posible que en sus alforjas viaje estos días alguno de los corderos nacidos en plena ruta, cuyas débiles patas les impiden seguir por sí mismos a sus madres.
Para estos pastores, no obstante, lo tradicional no quita lo inteligente. Por muy a la antigua usanza que les guste hacer las cosas, cuentan con un todoterreno con remolque que lleva sus tiendas de campaña, sus provisiones y enseres. El resto es todo como en tiempos del Quijote: las migas para almorzar, las cenas en torno al fuego y el sonido constante de esquilas, balidos y silbidos de orden a los perros.
Aprovechan también una ventaja que no tenían los pastores que se encontraban el Caballero de la Triste Figura y Sancho Panza: las duchas habilitadas en polideportivos en las localidades que pasan, imprescindibles para un mínimo de higiene y un relax merecido al cabo de la jornada. Porque el camino es muy largo y cada año más difícil. Cada año son más cañadas las que sepulta el asfalto, y menos indicaciones las que hallan para orientarse en zonas con densa niebla y terrenos escarpados.
Eso sí: cuando el asfalto obliga a cruzar carreteras, los coches han de aguardar, pero los conductores casi nunca protestan. Se detienen, comprensivos, con una callada paciencia que posiblemente no tienen para ninguna otra cosa en todo el resto del día. Agarrados al volante, miran pasar las ovejas con los ojos muy abiertos. Quién sabe si, al fin y al cabo, se identifican con ellas.
Por Eliseo García Nieto

Fotos.Mondelopress.com

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